He perdido la cuenta de todas las veces que he caído sobre la misma piedra y sin embargo, aquí me mantengo, al borde del precipicio. Supongo que solo estoy un paso de volver a caer y quizá de no levantarme más.
No aprendes, me decían. Lo que no saben es que no soy la misma que ellos conocieron.
No soy aquella chica precipitada que toma decisiones por tan solo sentir. O por hacer.
El problema de todo esto es que no quiero ser algo pasajero. No quiero ser aquella chica con la que te levantes una mañana de verano y de la cual no te acuerdes en los próximos meses. O en semanas.
Quiero ser aquella chica que te haga los mejores desayunos de todo Madrid después de haber dormido 3 horas entre caricias debajo de tus sábanas. Aquella chica que se levante y acueste sabiendo que en la otra punta de la ciudad alguien está pensando en ella- y solo en ella- Aquella chica que cuente con una seguridad- aunque solo sea durante el día pues del futuro nada está escrito. Aquella chica que sea la razón de tus insomnios, risas y lágrimas. Aquella chica con la que quieras compartir lo bueno y lo malo.
Aquella chica aunque haya que esperar.
Quiero ser ella.
Sin miedos. Sin inseguridades. Sin altibajos.
Tuya.
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