No me arrepiento de ninguna de las decisiones que he tomado. Aunque bueno, quizá sí. Quizá me arrepiento no haberte dicho antes lo mucho que me importabas y por ello asumir día a día este vacío que me dejaste al irte.
Por meses no me he reconocido. He ido buscando entre miles de piedras buscando una que se pareciese a aquella que me diste en una noche lluviosa. Y lo siento. Lo siento muchísimo. Lo siento porque te tengo que dejar ir. En una de estas noches frías de verano he llegado a darme cuenta que no por poner una gran pared de gran grosor y de una altura inmensa, soy más fuerte. No.
Voy a derribar cualquier muro que me impida ser feliz. Qué locura me dicen, todo ser humano necesitamos tener una pequeña coraza que nos proteja de los desengaños. Lo que aún nadie sabes es que yo ya me he cansado. Me he cansado de ir de un lado para otro. Me he quedado agotada de tanto empujar hacia otra dirección cualquier oportunidad de ser feliz simplemente por el miedo. Ay, el miedo cuánto daño nos hace sin nosotros darnos cuenta.
Puede que me hagan daño y qué, yo habré conseguido lo que muchos otros no pueden lograr:
disfrutar del momento, del futuro ya se verá.
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